La única verdad es la realidad, dice uno de los protagonistas en un momento avanzado de la novela.
Todo comienza cuando Octavio, tal vez por decisión propia, se convierte en Escogido y, por tanto, ya está en El Lugar.
Quien ingresa a El Lugar se aísla de su pasado y de todo lo que hay Afuera. En El Lugar hay normas y costumbres que son inmodificables. Con un mecanismo preciso, invariable, la jornada de Octavio y todos los Escogidos y las Escogidas transcurre entre desayuno, almuerzo, merienda y cena.
Poco a poco, Octavio descubre que El Lugar tiene la Sala, en la que se sirven las comidas a la hora establecida y se levanta el servicio de modo mecánico e impersonal. En un costado de La Sala, El Sitio de las Pantallas en la que se retransmiten viejas películas y series, aunque sin los finales, y un sector llamado El Espacio de Reflexión. En una pared, con solo apoyar la mano derecha en el lugar apropiado, aparecen las puertas de La Biblioteca, El Gimnasio y El Bar, que incluye el Salón Familias.
En El Lugar transcurre una vida apacible, controlada, sin emociones extremas. Así, por ejemplo, en El Lugar no están permitidas las caricias y los besos, aunque sí es aceptada la amistad, “en las formas en que se puede manifestar la amistad en El Lugar”.
Cuántos son las Escogidas y los Escogidos es una intriga que acompaña a Octavio desde el primer día; además de sus nombres: parece que hay un Escogido y una Escogida por cada letra del abecedario; así es que Octavio trata con Braulio y con Carmelo y, en especial, con Artemio, que es quien tiene contacto permanente con la Administración. Entre las Escogidas, Octavio conoce a la señora Adela, la señorita Basilia y Célica.
Hay muchas cosas que no son taxativas, al menos para el narrador que parece ser omnisciente, pero que pronto nos advierte que no “conoce todo” acerca de lo que nos cuenta.
En la relación con Escogidas y Escogidos, Octavio cree recuperar rasgos y gestos de personas que conoció en el Afuera, e incluso que amó, como es el caso de Clementina, cuya figura cree reconocer en la de la Escogida Célica.
La novela contiene múltiples guiños hacia la tradición cultural de Occidente. Así, en uno de los debates en La Tertulia, para hablar de liderazgo Carmelo pone como ejemplo de líder a Claudio I, Tiberio Claudio César Augusto Germánico, emperador de Roma entre el año 41 y el año 54. Eso parece un alarde de erudición de parte de Carmelo (y del autor, por supuesto), pero Braulio nos sorprende inmediatamente al citar a Muirchertach, rey de Dublín, sin dar más detalles.
Hay también guiños a la propia literatura argentina: “con el número dos nace la pena” se dice en el capítulo 20, apelando a una línea de “Del amor navegante”, de Leopoldo Marechal. Los cuatrillizos Malerba, “que hablaban en su lengua, tal vez eslava o acaso ucraniana”, con la curiosa descripción que hace de los cuatrillizos, “incluido el menor” y Braulio y Carmelo, siempre confrontando ideas, conforman un coro al modo clásico, con algo de Marechal.
El Prólogo de Salvador Gargiulo nos da algunas pistas:
En suma, El simulacro de los espejos es una novela de enigmas dispuesta al modo de un campo minado, cuyo poder letal crece a medida que avanzamos.
A lo largo de treinta y ocho capítulos Battista, al pasar revista a sentimientos, emociones y percepciones de la realidad, según son vistos en El Lugar, nos sugiere reflexionar acerca de la tal realidad y de sus límites.
Datos del libro
género: novela
cantidad de páginas: 308
isbn: 9786319012552
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