“Si se queda el tiempo suficiente se va a dar cuenta de que acá todo pasa por algo”. Esta frase, dicha por un periodista local (pueblo de Santa Rita) al personaje principal, sirve como disparador y núcleo desde el cual puedo empezar a hablar de Los ahorcados, novela de Daniel Giarone. No hace falta contar mucho de la historia, que muestra la llegada de un corresponsal de la gran ciudad a un pueblo en el cual el hastío de que nada ocurra se ve sacudido por una ola de suicidios de jóvenes de entre 14 y 16 años. Y todo pasa por algo, el contrapunto entre el compromiso del personaje principal y el apuro en el que varios actores quieren darle un cierre inmediato (sin importar nada de nada que sea verdad) a la historia, ofrece a quienes lean —ojalá les pase igual que a mí— un grado de tensión que se sostiene de principio a fin. Si bien no es constante, uno va entendiendo que el autor maneja todos los hilos y los tensa y los afloja para permitirnos tomar aire en el instante previo a volver a sumergirnos en tramos más intensos. La prosa varía entre un narrador principal y las notas del periodista Hernández mostrando el abanico de recursos del que Giarone hace gala a lo largo de las 189 páginas.
Me resulta imprescindible hacer foco en las pequeñas historias que aparecen dentro de la historia principal, y que se desprenden de un desarrollo de personajes que espero —pongo al desnudo mi parte envidiosa como escritor, sepan disculpar— le haya llevado mucho tiempo, cambios y correcciones. Un comisario con roce directo con los resabios de la última dictadura, un periodista local que habla poco y dice mucho, un jefe de bomberos valiente con miedo a fantasmas que no sabe si existen, un disc-jockey al que le crean una fiesta para que haga algo y de repente es dios y un rato después demonio, un profesor de literatura tratando de inculcar lectura full time, un portero de boliche que cuenta historias siniestras y algunos más pequeños y con menos profundidad en sus vidas pero con detalles que son un delicia. Y que, claro, no voy a develar para no privar a nadie del disfrute que experimenté. La resolución de la historia me resulta conveniente omitirla.
Para cerrar solo voy a pedir un deseo, que Los ahorcados de Daniel Giarone quede fuera de los diez mejores libros que leí en el año, va a ser difícil que —arriesgo— quede fuera del top tres. Igual, no hago rankings.