Querida Cecilia

Lana del Rey dice que cuando escribe un poema atrapa un relámpago en un frasco; Dorothea Lasky que kitsch es el relámpago de lo cotidiano; y Emily Brontë que la fantasía es un distrito de lo cotidiano. Quizá los diarios, los cuadernos –o sus devenires más modernos: los celulares, las tablets– sean entonces los dispositivos de la escritura de lo cotidiano, que no es otra cosa que la intimidad. Escribir en clave diario permite transformar la realidad en un acto estético, o ficción. En la escritura se cuelan pensamientos, formas nuevas de articularlos, ritmos y sonidos que más allá de dar cuenta de la vida material revelan un mundo interior, o fantasía. Ese yo de aparente mayor unidimensionalidad en la esfera doméstica se expande multiplicado y distorsionado en la palabra. Diario de una persona inventada de Cecilia Pavón, editado por Blatt y Ríos, reúne esos “yoes” y los agrupa cronológicamente desde 2001 hasta 2023.


Cecilia Pavón es una poeta de los noventa, cofundadora junto a Fernanda Laguna de la galería Belleza y Felicidad que, en los tempranos 2000, marcó la agenda cultural de una Buenos Aires y una Argentina en plena crisis socioeconómica. En Belleza y Felicidad convivían pinturas, esculturas, fanzines, plaquetas, música y fiesta en una escenografía transdisciplinaria sin demasiada curaduría y despojada de la solemnidad de la academia de la época (especialmente en el ámbito de la literatura), a pesar de –o tal vez a propósito de– que Pavón fuera graduada de la licenciatura en letras de la Universidad de Buenos Aires, es decir, una académica contracultural del under. Con su impronta conceptual, Pavón trajo el arte pop a la poesía, convirtiéndola en “popsía”. Los materiales, operaciones y procedimientos en sus textos mimetizaron de alguna manera las ideas del pop art en el contexto de una psicogeografía atravesada por la miniaturización, la lumpenización y hasta la “cualquierización” del arte: hacer, reproducir, apropiar, referenciar e intervenir con lo dado, por más precario que parezca, para luego desecharlo: vaciar la mente, vaciar el yo… “Una poética budista,” afirmó Pavón en una charla en el Malba unos meses atrás cuando hablaba de una autoteoría del arte conceptual. Sin duda, Belleza y Felicidad configuró un espacio de hibridez y autogestión acompañado de una propuesta de mercado alternativa basada en una poética y una política de la amistad, de lo colectivo. Un gesto que se mantiene hasta hoy y que decididamente nos define en tiempos de crisis. No es casual que las rupturas emerjan durante los episodios más álgidos de nuestra historia.


Incluso Diario de una persona inventada –el título (aunque igualmente podría aplicarse a otras partes de la antología)– es un mosaico de voces, ya que nació como una consigna de escritura que Pavón le dio a sus alumnxs del taller después de leer un libro de Kathy Acker, que es un collage entre su biografía y la de algunas asesinas norteamericanas. El taller que Pavón coordina desde el living de su casa hacia el mundo (puesto que asisten virtualmente escritores de distintos continentes) es tema y materia de sus poemas, y esto probablemente tenga que ver con la noción de nomadismo en la fijeza del poeta cubano José Lezama Lima que Pavón cita en uno de sus textos más recientes. De hecho, puede observarse una continuidad del concepto en su último libro Nomadismo por mi país, también editado por Blatt y Ríos.


No importa si son en Alemania, Nueva York, Mendoza o Buenos Aires, los relámpagos en frascos que Pavón nos regala cual pequeños souvenires de little joy podrían ser asimismo un café cortado en microcentro o una canción como un viaje en el tiempo, en el barrio, en la casa, en una mudanza, en permanente movimiento. Cecilia escribe desde los sentimientos. Poemas como cartas a lxs amigxs, lxs amantes, los libros; la amistad y lo colectivo son las formas más potentes del amor. Cecilia Pavón escribe como si no estuviera escribiendo, produce literatura como si no la estuviera produciendo, y esa es su magia. Uno entra en la intimidad de sus palabras y se pierde en un mar que parece no decir nada, pero suena, baña los sentimientos de una espuma suave y refrescante, y es como si leyéramos pero no estuviéramos leyendo… una experiencia metafísica, postcapitalista, por fuera del lenguaje; un pentagrama sin reglas.


Necochea

Estoy sola en la playa

me invitaron a un encuentro literario

pienso que quiero ser otra persona

al menos temporalmente

para escribir un poema,

o el diario ficticio de otra persona

pero qué difícil salirse de este yo

que no sé si llamarlo yo real o yo literario…

Miro el mar calmo

verde

agua con espuma blanca y siento

que se me pulveriza el cerebro

de tanta

luz

y tanta fosforescencia

me dan ganas de llorar al mirarlo

aunque quizás sea un sentimiento exagerado

¿y no es toda la poesía exagerar?

Exageré toda mi vida y escribí los poemas ridículos de esas exageraciones,

ahora estoy sola,

en la playa,

sentada en una silla azul

no sé si me saldrá ser alguien que no soy yo

quizás solo me salga amar el mar este fin de semana

yo amando el mar y nada más.

Pero la semana que viene

cuando vuelva a Buenos Aires

me pongo a escribir el diario de una

persona inventada.


Deseo


¿Cuántas formas de deseo existen? ¿puede ser que tantas?


¿No podría llegar un milagro, a través del cual yo cerrara

los ojos y simplemente te encontrara besándome y eso

cargara sobre sí la marca de la eternidad o el infinito?


Pero debe haber tantos deseos como formas: cuadrado,

con forma de flecha, redondo, triangular, con puntas,

con aristas, vertical, deshecho, inanimado.


Todavía recuerdo el momento en que el amor parecía

posible: mes de noviembre, aire luminoso, un muchacho

dormía conmigo,

hablábamos en la cama mientras fumábamos marihuana

y tabaco mezclados, él me tomaba la mano

bajo las sábanas.


Hace seis meses que no he besado a nadie.

Seis meses sin hacer el amor. Tengo 27 años,

desde los 18, nunca antes me había pasado.


Mi cuerpo en estado de alerta, podría usar muchos verbos

para describirlo paredes que se levantan

y que vienen a poblar especies de hiedras mentales.


Es otoño, lamento que se acerque el invierno.

Siento que me deben un verano.


Miedo


A veces, cuando me acuesto en mi cama

y hablo sola en la oscuridad

pienso

que me gustaría ser un hada.

Que vuele de escuela en escuela

y haga que ningún niño sienta miedo.

Las hadas ancianas también existen,

¿no?

Me gustaría ser un hada anciana

y enseñarles a los niños a no tener miedo.


Datos del libro

género: poesía

cantidad de páginas: 384

isbn: 9789878473789

Contacto con la editorial @blattyrios



Mi carrito